[…] “Un cuadro cualquiera de Carlos Mascaró, ante cualquier sensibilidad, emana serenidad y descanso. Produce ganas de sentarse ante él como ante una ventana, y contemplarlo minuciosamente. Con la misma minuciosidad que él fue pintado. Con la misma sererenidad con la que fue hecho él y que transmite. Y luego, respetarlo. Y luego, amarlo…
En muy pocas ocasiones puede decirse, sin mentir, un elogio como éste”
Antonio Gala